¿Qué fue eso?, preguntó.
Yo pensé: fue demasiada seda para este plástico roto, demasiado cautivante como dijo Wilcock, y dejamos lo del auto para otra cosa.
Fue que sus manos eran una sonrisa, su cabello el sol que quería herir la tierra y sus ojos un mar, sin olas. Sus ojos (de nuevo) fueron un río navegable, pero no tuve lancha.
Y fue también, que era primavera sin flores, el invierno de no tenerla y un verano sin novia de vacaciones.
Y, aunque (ella) no lo crea, fue el llanto de la vuelta.
Fue un sueño que partió, un sueño-pesadilla, y un fantasma de carne. Un espacio finito que acaba en su cuerpo, y además mis venas, mis ganas, mi deseo, mi despertar mañana.
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