martes, 8 de noviembre de 2011

La noche en un barrio

Hacia arriba más escalera… el toldo recogido. En el suelo, las hojas barridas y amontonadas. En el medio la parrilla…
Yo, a la altura de la parrilla sentado en la escalera.
Dos escalones más arriba, mi vino.
Y muchísimo más allá, la vida. Más allá los autos rodando, los motores sonando… autos yendo rápido por la ruta que se oye en el silencio del barrio…
Esto bien podría parecerse a lo que se imaginaba en los ochenta… Las predicciones no estuvieron tan mal. Los autos no vuelan pero van a 230 (aunque esté prohibido en todo el mundo, exceptuando la dichosa ruta alemana).
Circulan el vino y la humedad de la noche.
En la avenida de los autos, hombres y mujeres recorren una parte del mundo. Tan pequeña que no imaginan otra.
Camioneros yendo hacia Brasil… novios que acaban de dejar a sus novias y vuelven en el coche a casa… jubilados volviendo del viaje a las Termas de Río Hondo, vaya uno a saber qué mentes y qué cuerpos. Posiblemente todos los del mundo, menos yo. Acaso haya pilotos que ni siquiera son humanos.
Y bien, el caño de agua que sube al tanque podría romperse y causar un problema… llevar las zapatillas gastadas al zapatero, comprar zapatillas nuevas, regar las plantas… no había demasiadas predicciones sobre estos asuntos, acaso porque no plantean el traslado: la ilusión de alcanzar los sueños del hombre.
Pero es tan lindo ese bebé, que yo también quiero uno… De nuevo y de nuevo.
Sea como sea, esto del mundo es sólo por un tiempo…

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