sábado, 21 de abril de 2012

Las cosas malas de la vida

No es que sea importante, pero hace poco descubrí que es más fácil entablar conversaciones hablando de las cosas malas de la vida, que de las cosas lindas.
Por ejemplo, si hace mucho calor, rápidamente sale en la verdulería o en el ascensor, el comentario: “qué calor insoportable”. Y esto es suficiente para recibir una respuesta que le agrega gravedad al asunto: “El calor es insoportable, sí, y además no llueve hace casi un mes”. Ante la mínima acotación que exalta el derrotero, el eco social se hace presente.
Principalmente las viejas y los comerciantes son grupos sociales expertos en eso de prenderse en las conversaciones de carga negativa; en detallar las vicisitudes de la desazón, y acabar en el fatalismo: “pero qué vas a hacer”.
¿Es porque tenemos la tendencia a compartir el dolor, más que la alegría? ¿Es que pasan más cosas feas que lindas? ¿Es Argentina? ¿Es el vaso medio vacío? ¿Es no leer lo suficiente a Claudio María Domínguez? ¿Es que estamos para ayudarnos a soportar la vida? ¿Es que no tendríamos amigos sin esas cosas malas de la vida?

1 comentario:

  1. Ya lo decía Wilde: "Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima."
    Imaginate si el otro ni siquiera es tu amigo.

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